El Expolio de El Greco (antes y después de su restauración en el Taller de Restauración del Museo del Prado) |
FICHA TÉCNICA
El Expolio de Cristo
Autor:
Doménikos Theotokópoulos, El GrecoFecha: 1577-1579
300 x 178 cm
Óleo sobre lienzo
Catedral Primada de Toledo
“Jesús
salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les
dijo: «¡Aquí tienen al hombre! Cuando los sumos sacerdotes y los
guardias lo vieron, gritaron: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!».
Pilato les dijo: «Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro
en él ningún motivo para condenarlo»”.
El
Evangelio de San Juan narra de esta forma el momento que también es
representado en una de las obras clave de la trayectoria artística
del pintor cretense, El Expolio de Cristo. El lienzo capta la
escena de Jesucristo instantes antes de ser despojado de sus
vestiduras para ser clavado en la Cruz.
El
Museo del Prado acogió de manera temporal, participando así en las celebraciones
del 400 centenario del fallecimiento del pintor en 2014, esta obra de
su última etapa, la que pasó en Toledo. Fue realizada para el
Sagrario de su Catedral. En ella, asimila los distintos estilos que
ha cultivado y las tradiciones que han influido en su pintura a lo
largo de su amplio recorrido artístico. Es un lienzo cumbre. El
Greco más genuino y en su estado más puro.
El
restaurador que llevó a cabo los trabajos, Rafael Alonso, ha
destacado el buen estado de conservación en el que se encontraba la
pieza. Se realizó la reparación de pequeños
levantamientos cromáticos y una limpieza general que ha mejorado la
visión global de la composición.
Junto
al Expolio se exhibieron fotogramas de las técnicas utilizadas.
La reflectografía infrarroja y la radiografía, que revelan esbozos
primarios, añadido de pigmentos, y toques posteriores modeladores,
con muy pocas rectificaciones o “arrepentimientos” realizados por
el maestro.
Con
respecto a los aspectos técnicos y formales de la obra, cabe
destacar la pincelada suelta y libre, que describe una anatomía
masculina alargada, cubierta por el manto rojo brillante y
estilizada. Algo muy cretense heredado del primer aprendizaje
bizantino en Creta. El pintor trastoca y deforma la imagen de forma
expresiva y dramática. Absolutamente espiritual, elevándose al
cielo.
Cristo
es una llama que se ofrece, aunque todavía no es el momento de la
muerte, no está sufriendo, sino que se encuentra inmerso en un
éxtasis espiritual, muy en consonancia con los místicos españoles
del siglo XVII, como defiende Cossío. Anula cualquier tipo de
perspectiva, y como señala Pérez Sánchez, “multiplica sus
composiciones complejas y su técnica veneciana”. También destaca
que en esta época realizará “grandes lienzos de exaltado
manierismo, crispación anatómica y fosforescentes fulguraciones,
que anulan cualquier referencia a lo real”.
Es
en esta última etapa, la que pasa en Toledo, desde su llegada a la
ciudad con treinta y seis años en 1575 hasta su muerte en 1614,
donde asimila el ambiente castellano que allí se respira. Toledo
será en esta época centro cultural muy próspero, como sostiene
Miguel de Cervantes, “la gloria de España”. Allí el pintor
griego es acogido y Toledo le ofrece familia, trabajo y “eternidad”,
como señala Álvarez Lopera. En la ciudad castellana abrirá su
taller en 1580, y lo ampliará en 1585, debido a la acuciante demanda
de imágenes, sobre todo devocionales, realizadas por la nobleza
oriunda. De ahí, la constante repetición de modelos. Realizará
cuadros de gran formato como El entierro del Conde Orgaz, o
diversos Crucificados de gran belleza, en los que abandona los
modelos italianos. Pero también otros de devoción en el que aparece
una figura de tres cuartos, de asunto sacro, destacando la Santa
Faz, la Verónica o la Magdalena.
Tras
su época de formación en Creta y sus estancias en Venecia y Roma,
encuentra en Toledo su refugio, y allí se convierte en un pintor
prolífico al que le proponen infinidad de encargos que realiza en
ocasiones, en colaboración con su taller. Descubre Toledo tal y como
la define para él su amigo Fray Hortensio Félix Paravicino “Toledo,
mejor patria”. Y se refugia allí por algún motivo que todavía
hoy se desconoce.
Miguel
Zugaza, director actual del Museo del Prado, describe la labor que realizaron los restauradores como “importante y callada”,
añade también que “ha sido un proyecto formado por el trabajo de
mucha gente, y es importante que todos lo sientan así”.
Actualmente, en el taller de restauración del Prado trabajan más de
veinticinco especialistas que tienen habitualmente unas cincuenta
pinturas en sus manos, tanto del Prado como de otros museos. Ahora,
los restauradores, pueden disfrutar de la luz y de los patios
diseñados y abiertos al público tras la última ampliación. Ven a
los visitantes que entran con emoción a disfrutar de lo que posee el
Museo. Y los visitantes pueden verlos a ellos cuidando de las obras.
Son
sobrecogedores los cruces de miradas, las líneas invisibles que
marcan las cabezas, los cuellos y los mantos de colores imposibles.
La verticalidad de las lanzas. Es una obra maestra. Quizá sea esta
última etapa del Greco la que más me emociona. La crisis de sus
últimos años, la que dio paso a un aumento de los componentes
emocionales y vitales, la que usa simbólicamente la luz y
desnaturaliza las formas. Todo ello unido a su experiencia de vida,
su formación en distintos países y ámbitos artísticos, su
adscripción a los postulados manieristas y a la ideología de la
Contrarreforma, dan lugar al más puro Greco y al más apasionante.
Hoy, y hasta el 9 de diciembre, esta maravillosa obra de arte se puede contemplar en el Museo del Greco en Toledo como "obra invitada". ¡No os la perdáis!
Hoy, y hasta el 9 de diciembre, esta maravillosa obra de arte se puede contemplar en el Museo del Greco en Toledo como "obra invitada". ¡No os la perdáis!
Nota: imágenes del dossier de prensa del Museo del Prado.
A veces hace falta que alguien nos guíe para apreciar de verdad obras como éstas... Precioso cuadro y precioso blog.
ResponderEliminarGracias Mer! Tu blog sí que es precioso.
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