“…And
Sorolla’s eyes were opened to the revolution which was being
effected in the history of modern painting”
“…Y
los ojos de Sorolla se abrieron a la revolución que se estaba
llevando a cabo en la historia de la pintura moderna”
Extracto
de la introducción que redactó el escritor e hispanista galés
Leonard Williams para el “Catálogo de Pinturas de Joaquín Sorolla
y Bastida” del Art Institute of Chicago en 1911, bajo la dirección
de la Hispanic Society of America. Después de haber contemplado en
París y Berlín las obras de Bastien-Lepage y Von Menzel.
El
conocimiento medio de una persona con nociones de Historia del Arte
español nivel medio sobre Sorolla, se cimienta en “es el
impresionista español, ¿no?” o “hay un museo en Madrid,
¿verdad?” o “ah, sí, los niños que juegan en la playa, ¡qué
bonita estampa!”. Queramos o no, es así, y la Fundación Mapfre
con la exposición “Sorolla y Estados Unidos” contribuye de
manera excepcional a que el interesado y el aficionado a la Historia
del Arte, cambie el concepto anquilosado que se tiene sobre el
artista valenciano. No sólo fue pintor de élites, sino que su
carrera abarcó muchos más campos y temáticas.
El
pintor de la luz. Sí, pero también de las sombras. De las sombras
históricas, pictóricas y psicológicas. Joaquín Sorrolla y Bastida
comenzó su formación artística a muy temprana edad en su Valencia
natal. Huérfano de ambos padres, será su tío el que le
proporcionará los medios para poder dedicarse en cuerpo y alma a lo
que fue siempre su vocación: la pintura. Pronto ingresó en la Real
Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y destacó por
encima de sus compañeros en las materias de composición, disciplina
y dibujo. Velázquez fue su gran “maestro” durante ese
aprendizaje.
Pero
si algo se puede destacar de Joaquín Sorolla es que ya desde muy
joven era una persona cosmopolita y con don de gentes. Comenzó
viajando a Madrid a conocer a los grandes maestros de la Escuela
Española de Pintura. Estuvo también becado en Italia durante cuatro
años por la Diputación Valenciana gracias a sus extraordinarias
dotes como dibujante. Sus viajes serán cada vez más frecuentes a
partir de este momento, y sus ansias de conocimiento, una vez
terminados los estudios, le llevaron a Europa, a visitar las
exposiciones que se realizaban en París o Berlín. En una de ellas
conoció al pintor Aureliano de Beruete, que llegó a ser gran amigo
suyo, y cuya pintura le inspiró en muchas de sus primeras obras (más
adelante, Sorolla le haría uno de sus mejores retratos, y tras su
fallecimiento, organizaría en su palacete de Madrid, actual Museo
Sorolla, su primera exposición antológica). También frecuentó a
los pintores franceses Bastien-Lepage o Von Menzel. Fruto de estos
contactos iniciales nacen sus primeros cuadros importantes, que
tienen un denominador temático común, el compromiso social y un
fuerte arraigo a su tierra. Y una nueva tendencia que estaba naciendo
en España, la pintura moderna, el Impresionismo.
A
partir de 1890 comienza a enseñar su obra en las más famosas
exposiciones europeas. Lienzos como ¡Aún dicen que el pescado es
caro! (en el Museo del Prado) -una de mis pinturas favoritas-,
¡Triste herencia!, El algarrobo y ¡¡Otra
margarita!! viajaron por las principales capitales de Europa. Los
ojos más exigentes del contexto artístico de la época -críticos,
artistas, marchantes y curiosos aficionados- se posaron en sus
maravillosas pinceladas. El éxito y la fama no tardarían en llegar.
Tanto fue así que en 1893 ¡¡Otra margarita!! obtuvo la
medalla de honor en la World's Columbian Exposition de Chicago.
Sorolla comenzó a ponerse de moda. Y los mejores “dealers”
norteamericanos compraban sus obras para decorar las casas y
despachos de grandes magnates y familias burguesas de Nueva York,
Saint Louis... Sorolla se convirtió en el nuevo conquistador de
América.
Estas
primeras representaciones reflejan la realidad cotidiana -en
ocasiones devastadora- de los más marginados de la sociedad española
a finales del siglo XIX. En ¡Triste herencia! se representa
una escena que inyecta al espectador el mismo grado de ternura que de
aflicción. Niños minusválidos, huérfanos, enfermos -muchos de
ellos aquejados de polio, que causó estragos en esos años- se
ayudan unos a otros, y son ayudados por un hermano de San Juan de
Dios a bañarse en el mar. Velázquez está presente en la figura del
religioso, y la pintura moderna en los contrastes lumínicos que se
reflejan en los delgados cuerpecitos infantiles, así como en la
paleta de color utilizada. Esta “masterpiece” ganó el Grand Prix
de la Exposición Universal de París de 1900.
Buena
parte del éxito que tuvo Joaquín Sorolla y Bastida en Estados
Unidos fue debida a dos personas que le apoyaron y que le encargaron
obras de especial relevancia. Fueron los mecenas Archer Milton
Huntington y Thomas Fortune Ryan. Ellos le presentaron a
personalidades, le hicieron conocer el modo de vida americano, y
supieron admirar su trabajo, valía y producción. Creo firmemente
que Sorolla tenía don de gentes. Gran parte de su notoriedad fue
debida a ello. Se ajustaba a los gustos imperantes del período que
se estaba viviendo -el realismo social del que he hablado en el
párrafo anterior es un ejemplo-, el retrato burgués, la España más
folclórica, la España menos folclórica y más desconocida... Y los
diferentes lugares de su país de origen. La Andalucía sosegada y
casi desconocida para el turista extranjero, con sus vistas de la
Alhambra o el Generalife; el Biarritz más exclusivo; el Mediterráneo
luminoso y veraniego...
De
este período -escasamente estudiado, por desgracia-, la exposición
de Mapfre expone muchísimas piezas que hablan de los contactos que
allí hizo. Retratos de nobles y de grandes personalidades
norteamericanas. Como por ejemplo, el del Presidente de Estados
Unidos, William Howard Taft. También el de Juliana Armour Ferguson,
o el de Mrs. William H. Gratwick. Todos ellos tienen como denominador
común que Sorolla ha sabido captar la profundidad psicológica de
cada uno. La determinación en el ceño de uno, la incertidumbre en
el gesto de la boca de la Señora Gratwick, el rictus de preocupación
en los ojos de Ferguson... Con estas representaciones, se ganó al
selecto público estadounidense, y le llovieron los clientes. Se
adaptó a sus gustos, realizando un retrato refinado, con ecos
románticos de Madrazo, y algo melancólicos como los de Singer
Sargent. A partir de 1911, dejará fluir la pincelada y se mostrará
más libertina, más expresiva y creativa.
Su
relación con Huntington fue muy prolífica y fructífera. Gracias a
él, vendió muchos cuadros en Estados Unidos. Tanto retratos, como
paisajes o escenas cotidianas de una España desconocida, alejada del
folclore y los tópicos -que por otra parte también gustaban-
conocidos por los turistas extranjeros. El mar de Zarauz, que pintó
en Bajo el toldo. Zarauz en 1910, y otras pinturas como El
bote blanco. Jávea o Las dos hermanas, enamoraron al
público al otro lado del charco. El luminismo del que hacía gala,
su pincelada caprichosa y llena de color, la felicidad y la alegría
que transmitían, hizo que su fama se extendiera y sus particulares
“marinas” o escenas de playa se adquirieran a gran velocidad.
De
la mano de Huntington vino también el encargo de la decoración de
la biblioteca de la Hispanic Society of America en Nueva York. Debido
a ello, dedicó diez largos años de su vida a la elaboración del
proyecto, denominado también Visiones de España. Fue un
trabajo arduo que le reportó notoriedad y fama. En la exposición se
muestran los gouaches preparatorios que realizó Sorolla para este
panel de alegorías.
De
sus temporadas en la Gran Manzana se expone producción de Sorolla
prácticamente inédita en España. Las vistas de la ciudad que lleva
a cabo se encuentran influenciadas claramente por la aparición de la
fotografía y la incipiente publicidad. Y se proyecta en los enfoques
contrapicados, novedosos en las composiciones del valenciano. También
sobresalientes son los delicados retratos que dibuja en los reversos
de los menús de las cafeterías y hoteles de las ciudades que
visita (Hotel Savoy en Nueva York y The BlackStone en Chicago). Son
representaciones de los clientes que allí se sentaban, gente de la
alta sociedad norteamericana. Sus perfiles o bustos son trazados con
lápiz y apenas abocetados. Preciados retales del lado más
desconocido del pintor.
Amaba
a su familia, y lo demostraba en sus retratos, consciente o
inconscientemente.
“Ya
te he contado mi vida hoy, siempre digo lo mismo, pintar y amarte,
eso es todo. ¿Te parece poco?”
Sorolla
a Clotilde
Pintó
a su esposa Clotilde en infinidad de ocasiones. Sus retratos
inspiraron a otras damas, que le encargaron los suyos al “estilo
Clotilde”. Clotilde sentada en un sofá o Clotilde con
traje negro son dos exponentes de sus retratos familiares, junto
con María en La Granja. En éste último el padre pinta a su
hija María. Con ella vivió sus últimos años en Cercedilla
(Madrid), y fue una de sus modelos favoritas, como apunta la
comisaria de la exposición, Blanca Pons-Sorolla, supo “captar su
carácter tranquilo e introvertido”. El cuadro fue adquirido por
Huntington junto a Clotilde con traje blanco. Nunca se
consideró a sí mismo un retratista, pero tuvo presente que hacer
retratos le reportaba unos ingresos considerables. Y consiguió
-solamente de Norteamérica- más de cincuenta encargos de retratos,
sumados a todos los que pintó en España.
La
Fundación Mapfre es, una vez más, pionera en muchos aspectos en el
ámbito expositivo. Ha conseguido traer al público europeo obras que
apenas habían sido expuestas en el país natal del pintor, y ha
sacado a la luz una faceta poco estudiada de Sorolla: su trabajo en
Estados Unidos. Después de visitar esta exposición, la mirada del
espectador cambia. A mejor.
La
exposición “Sorolla y Estados Unidos” se puede ver en la
Fundación Mapfre de Madrid (sede Recoletos) desde el 26 de
septiembre de 2014 hasta el 11 de enero de 2015. Ha sido organizada
por el Meadows Museum, The San Diego Museum of Art y la Fundación
Mapfre. Su comisaria, Blanca Pons-Sorolla, destaca que la
contribución de The Hispanic Society of America ha sido crucial para
su éxito y su puesta en funcionamiento, y que el proyecto se ha
podido llevar a cabo gracias a la generosa donación realizada por
The Meadows Foundation. Son 150 obras del valenciano apenas conocidas
en Europa. La exposición cuenta con numerosos recuersos, audioguías
en varios idiomas, audioguías para usuarios con discapacidad visual,
y signoguías (que explican obras seleccionadas mediante la lengua de
signos, y subtítulos). Además, se han puesto en marcha las visitas
guiadas gratuitas, visitas para niños, escuelas, adolescentes y
talleres didácticos. Cuenta también con una novedad, que es la
visita “online” de la exposición, a través de internet y de
forma gratuita sin salir de casa.
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